En el sistema hebreo de educación, la instrucción religiosa tenía lugar en el contexto de la relación. Los padres enseñaban a sus hijos con diligencia cuando se sentaban en sus casas, cuando andaban por el camino, cuando se acostaban y cuando se levantaban (Deuteronomio 6:7). En otras palabras, la instrucción era continua, en todo lugar y en todo momento. La instrucción en las Escrituras tenía lugar en el curso de la vida cotidiana.
Aunque la instrucción en las Escrituras puede y debe tener lugar en un entorno eclesiástico, nunca puede sustituir el contexto humilde y cara a cara de las relaciones amorosas en el hogar. Es en esta relación de confianza y amor que el conocimiento de la cabeza se convierte en conocimiento del corazón. Cualquiera puede compartir información con un niño, pero cuando un niño aprende algo de una persona de confianza y amada, es más probable que el niño adopte ese conocimiento como una verdad, especialmente si esa verdad es demostrada en la vida diaria al ser modelada por mentores de confianza.
Dios ha hecho un llamamiento único a los padres para que transmitan sus gloriosas obras y las maravillas que ha hecho a la siguiente generación (Salmo 78:4). Se trata de una confianza sagrada. Dios llama a Su pueblo a darlo a conocer a sus hijos para que la siguiente generación ponga su esperanza en Él (Salmo 78:7). Aunque ambos padres comparten este manto de responsabilidad y privilegio, los padres, como líderes espirituales del hogar, son especialmente designados por Dios para iniciar esta enseñanza. Los padres del siglo XXI a menudo se sienten derrotados en esta tarea. Muchos esfuerzos efímeros por reunir a la familia para las devociones se desvanecen, y los padres sienten una aguda sensación de fracaso en su liderazgo espiritual una y otra vez.
Esto no tiene por qué ser así. Aunque el enemigo se enfurece contra el intento consistente y sincero de impartir las enseñanzas de Dios a la siguiente generación, Dios mismo trabaja para preservar Su Palabra en cada generación. Él ha prometido ser la fuerza del cristiano en cada debilidad. Busque humildemente a Él cada día para que le dé la resolución y la sabiduría para instruir a sus hijos.
Esta entrada ha sido preparada para animar a las familias a reunirse formalmente alrededor de la Palabra de Dios diariamente en un simple acto de fe: leer la Palabra de Dios, discutirla y orar para que Dios haga que Su verdad penetre en los corazones de los oyentes.
Recordar y aplicar los siguientes principios puede ayudar a que su tiempo alrededor de la Palabra sea más vivificante para usted y su familia: sea sincero, manténgalo simple, manténgalo corto, establezca el tono y solicite la participación.
Sé sincero
Deuteronomio 6 deja claro que para enseñar a nuestros hijos con diligencia, debemos tener la Palabra de Dios en nuestro propio corazón (Deuteronomio 6:6). Primero debemos amar la Palabra de Dios antes de que podamos guiar genuinamente a otro a amar la Palabra de Dios. Debemos atesorar a Dios antes de que otro pueda ser atraído a una relación con Dios a través de nuestros esfuerzos. No hay sustituto para leer, orar, obedecer y pedir a Dios que trabaje en nuestros propios corazones primero.
Ora para que Dios abra tu mente y tu corazón. Pregúntale cómo aplicar Su Palabra en la vida diaria. Pídele a Dios que te ayude a ver cómo necesitas cambiar, que amolde tu corazón a Sus deseos, que perdone tus pecados y que te guíe en todos Sus caminos. Ora por cada miembro de tu familia.
Mantenga la sencillez
Es mejor establecer un hábito diario de simplemente acudir a la Palabra juntos que emprender un plan complejo que no pueda ser ejecutado consistentemente. Establezca un tiempo específico y consistente cada día para sus devociones familiares.
Sea breve
Es mejor dejar a su familia con ganas de más que dejarlos deseando haber escapado antes. Resista la tentación de decir, "sólo una cosa más", o de sentir que debe enseñar todo lo que ha recogido de su propio estudio personal. Esto es un comienzo. Usted tendrá muchas más oportunidades de instruir diariamente mientras se sienta en su casa, camina por el camino, se acuesta y se levanta. Mantenga la Palabra de Dios fresca en su corazón y aproveche estos momentos para la instrucción informal.
Establezca el tono
La lectura de la Palabra de Dios es un asunto serio, por lo que tu tono debe reflejarlo. Sin embargo, no es provechoso aburrir a los niños sin ton ni son. La Palabra de Dios está llena de historias interesantes, instrucciones desconcertantes, pensamientos profundos y consejos sabios. Sea amable en su forma de actuar, no austero y sentencioso. Lee con entusiasmo y reflexión. Haz que tus comentarios sean interesantes y que inciten a la reflexión.
Solicite la participación
Las devociones familiares son un momento para compartir. Anime a todos a participar. No es un momento para que usted demuestre cuánto sabe, sino para que anime a los demás a descubrir y compartir el deleite de la Palabra de Dios. Anime a su hijo a leer los versículos, a responder a las preguntas, a preguntar, a pensar, a participar y a recordar.
Cuando vea un texto, resista la tentación de explicárselo a su hijo. En lugar de ello, haga preguntas para que su hijo descubra lo que el texto está enseñando
Cuando vea un texto, resista la tentación de explicárselo a su hijo. En su lugar, formule preguntas para que su hijo descubra lo que el texto le enseña. Es importante que su hijo sea capaz de responder a las siguientes preguntas sobre el texto:
- ¿Qué dice el pasaje? (observación)
- ¿Qué significa el pasaje? (interpretación)
- ¿Cómo se aplica a mí el significado del pasaje? (aplicación)1
Al formular la pregunta "¿Qué significa el pasaje?", ayude a su hijo a intentar descubrir el punto de vista del autor. Guíele hacia las palabras o frases del texto que le ayuden a ver la intención del autor. El niño no debe entender la pregunta como "¿Qué significa esto para mí?", sino "¿Qué está diciendo el autor?".
Cuando hagas una pregunta, dale tiempo a su hijo para que responda. Si su hijo tiene dificultades, indíquele la respuesta en el texto (por ejemplo, "mira el versículo 2"). Puede que tenga que darle una pista, pero, en la medida de lo posible, anime a su hijo a pensar en el texto y en su significado. No dude en corregir suavemente las respuestas erróneas que dé su hijo señalando palabras o frases concretas para ayudarle a entender. Poco a poco, su hijo irá adquiriendo la habilidad de la lectura atenta y la reflexión. Este proceso lleva tiempo y es difícil de aprender, así que trabaje con su hijo con paciencia mientras aprende esta habilidad fundamental para leer la Biblia.
Consejos para ayudar a su hijo a entender el significado de los pasajes bíblicos
Busque las respuestas en las preguntas: ¿Quién? ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? y ¿Cómo?
Busque palabras clave o frases repetidas.
Busque "conexiones" dentro del texto (por ejemplo, conclusiones, resúmenes, comparaciones, contrastes, resultados, etc.). Las palabras que pueden señalarlas son por tanto, para, de modo que, por esta razón, porque, pero, sin embargo, no obstante, como, como, y si... entonces.
Observa el versículo en su contexto.
Busque listas en el texto.
Una vez que su hijo haya descubierto el significado del autor del texto, puede preguntarle cómo se aplica el texto a su hijo personalmente. Es importante que su hijo entienda que la Biblia habla a los individuos de hoy. Ayúdele a aplicar de forma muy práctica la enseñanza del pasaje a su vida. Necesita saber cómo puede ser un "hacedor" de la Palabra y no sólo un "oyente".
Termine cada sesión devocional con una oración y anime la participación en el tiempo de oración.
Continúe repasando, reforzando y aplicando las verdades de la Palabra de Dios cuando se reúnan en torno a la mesa de la cena, cuando vayan en el coche, cuando arropen a sus hijos en la cama y cuando se levanten para empezar cada nuevo día.